Cuando la ignorancia, la opresión y el poder de un
régimen pisotean los derechos de los estudiantes
Desde ya hace varios meses, la Municipalidad de Lima viene construyendo una obra de tamaños desproporcionados entre las avenidas Universitaria y Venezuela, pese a los innumerables pedidos de reformulación que han hecho los alumnos de la afectada Universidad.
Marchas pacíficas y arengas en busca de una solución han caracterizado la vida académica de San Marcos en las últimas semanas, cuando el avance de las obras y la violencia de los obreros está llegando a su etapa más crítica con el derrumbe de los muros periféricos y la invasión de la plaza cívica de la Decana de América. Ahora, la posición de la municipalidad es negativa frente a la suplica de los universitarios: conversar y llegar a un acuerdo común; y pareciera que no les importa, en aras de la modernidad, pisotear derechos y usar la violencia para conseguir sus objetivos. “La construcción no se puede paralizar, porque esto ya no es una proyecto, sino una obra en ejecución”, fue lo que dio a entender un representante de la Comuna limeña en una entrevista a un conocido programa televisivo, con lo que nos demuestran que nada en ellos puede hacer que broten sus sentimientos de respeto a la comunidad sanmarquina.
Por otro lado, en esta última semana se han registrado hechos totalmente denigrantes por parte de los efectivos policiales y trabajadores de construcción civil, quienes provistos de armas en todas sus variedades han intentado disuadir las protestas delos estudiantes tratándolos peor que a unos delincuentes, sin importarles que dichos jóvenes solo exigen justicia y respeto hacia su alma mater. Se había planificado una marcha pacífica al Congreso en la mañana del 8 de mayo, pero la fuerza opresora de la policía, que verdaderamente parecían delincuentes, impidieron que ésta se realizara violando un derecho constitucional: el de expresar nuestra opinión libremente, sea por medio de una huelga o no.
Un gran número de estos policías bloquearon la universidad; y por ende, a los alumnos, impidiéndoles el paso y dando pie a una verdadera batalla campal en la que el cuartel fue una casa de estudios de tan grande prestigio, la cual fue ultrajada por esas personas que se hacen llamar fuerzas del orden, cuando en verdad son fuerzas represivas. En la mencionada invasión, no les importó que las algunas facultades estuvieran dictando clases normalmente, sino que entraron y arrasaron con todo lo que encontraron a su paso. Provistos de armas de todo tipo, los policías se enfrentaron a los estudiantes, la mayoría de los cuales solo tenia libros y cuadernos con lo cual defenderse ante las bombas lacrimógenas que fueron lanzadas como globos de agua en temporada de carnaval.
De esta manera se viene dando los acontecimientos en la primera Universidad de América, cuyas paredes derrumbadas permiten el ingreso de extraños al campus, y a su vez, los miembros militares no hacen ora cosa que usar la violencia para frenar las manifestaciones. Esto, en medio de la inexistente presencia de las autoridades.
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